domingo, 18 de noviembre de 2012

"Mejorar la sociedad es una meta que hay que perseguir", según el Arzobispo de Zaragoza

El Arzobispo de Zaragoza, Mons. Manuel Ureña Pastor, ha hecho pública la carta diocesana con motivo de la celebración del Día de la Iglesia Diocesana. En ella, el Prelado aragonés dice, "la razón salta inmediatamente a la vista. Nunca las cosas humanas avanzan de un modo plenamente satisfactorio. A veces, van mal, y entonces se impone el cambio. Otras veces, no van bien del todo, lo que implica introducir enmiendas. En cualquiera de los casos, los hombres vivimos siempre en tensión hacia lo mejor, buscamos un País nuevo en donde pisar firme, en donde conocer la superación de todas nuestras esclavitudes, en donde hallar, en suma, la felicidad"
Mons. Ureña se pregunta "¿Qué meta es esa a la que tiende el hombre? ¿Puede éste alcanzarla por sí mismo? Respondiendo a la primera pregunta, comencemos diciendo que la persona humana tiene una dimensión trascendente. El ser humano no se agota en lo que se ve de él. El corazón del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, aspira a Dios y anda inquieto hasta descansar en Dios. Esta dimensión trascendente del ser humano no puede ser negada en modo alguno. Es objetiva y, por tanto, fácilmente detectable por la razón siempre que ésta no se encuentre presa de la ideología.
 
Para el Arzobispo zaragozano, "el hombre es también de naturaleza horizontal. Como ser psicosomático, la dimensión trascendente, espiritual, vertical, no agota su ser. Él es, en virtud de su cuerpo, un espíritu en el mundo y un espíritu encarnado que vive con otros espíritus encarnados. Por eso, su realización apunta también a horizontes y a fines penúltimos, pero verdaderamente acordes con su ser, como son, por ejemplo, el matrimonio, la familia y el respeto a la vida desde su misma concepción en el seno materno hasta su fin natural; el logro de una “pólis” justa, esto es, de una sociedad que brille por el triunfo de la justicia; el llegar a una cultura que responda a las exigencias inalienables del “humanum”; la implantación de un orden económico basado en el amor y en la verdad."
 
Por último, Mons. Ureña Pastor, dice a todos los feligreses que "todo esto constituye el ámbito de las realidades temporales, que son como la “casa inmediata del hombre”. De ahí que se imponga hoy reivindicar no sólo la necesidad de una ecología física, sino también la urgencia de que se reconozca en la escena pública el estatuto científico de una ecología humana."
 
 

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