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Un mes después de su elección, el Papa visitó la Secretaría de Estado del Vaticano y agradeció a todos sus empleados el trabajo y las horas extra durante este período de transición. Les dijo que ese trabajo hecho de corazón no se puede pagar con nada, salvo con un agradecimiento también de corazón. Y los empleados estuvieron de acuerdo. Una cifra, que sin ser simbólica no sirve para acabar con la pobreza en el mundo -es la misma que los obispos españoles cedieron este año a Cáritas-, pero que revela un gesto decidido por los más necesitados, a quienes el Papa quiere dedicar su Pontificado. Y una señal en un momento de dura crisis, que quiere colocar en el centro a los pobres.
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