martes, 29 de enero de 2013

El Cardenal Rouco presidió la Solemne Eucaristía en el Seminario Conciliar de Madrid en la Festividad de Santo Tomás de Aquino

En la mañana de ayer, el Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, presidió la Solemne Eucaristía en la Capilla del Seminario Conciliar, con motivo de la festividad litúrgica de Santo Tomás de Aquino, patrono de las Universidades Católicas. La Misa fue concelebrada por los Obispos Auxiliares de Madrid, el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Rector de la Universidad Eclesiástica San Dámaso y Decanos de la misma, el Rector del Seminario, y numerosos sacerdotes.
En su homilía, el Cardenal ha recordado la figura de Santo Tomás de Aquino, que quiso “ser fiel a la ley y la verdad de Dios, encontrándose y viviendo esa verdad a través del misterio de Cristo”. Santo Tomás, dijo, superó las numerosas tentaciones del mundo de su tiempo “a base de esa entrega fundamental a la sabiduría o a la verdad de Dios, que es Cristo”. “Él busca en directo el camino de la sabiduría, abraza el sacerdocio, se hace dominico sacerdote, y dedica con pasión toda su vida al estudio y al cultivo, sobre todo intelectual, de la verdad, que termina siendo un estudio orante de la verdad”.

“No es extraño, dijo, que la Iglesia a partir del siglo XIX, cuando tuvo que responder al reto de un nuevo capítulo de la historia del pensamiento muy marcada por la subjetividad del hombre y por el hombre que quiere hacerse dueño de sí mismo, del mundo y dominarlo” haya puesto “como modelo y como guía a santo Tomás de Aquino”.

“Lo que destacaba en Santo Tomás es haber integrado las dotes de su inteligencia, de su memoria -que eran extraordinarias, fascinantes- en un sí a Cristo desde el comienzo de su vida. Un sí a Cristo que lo quiere no sólo subjetivamente sino que lo quiere mostrar objetivamente a través de la combinación de una razón abierta a la fe, y de una razón que supera la razón del pecado a través de una vida de un rigor personal extraordinariamente exigente consigo mismo, y abierto al misterio del amor de Cristo”.

Exhortó a “aprender hoy esa lección un poco mejor de lo que la hemos aprendido hasta ahora, y ahondar en ella todo lo que podemos de cara al presente y al futuro de la labor de la universidad de San Dámaso”. Universidad “dedicada a las ciencias que tienen que ver con la teología de una forma intrínseca, casi metodológicamente enraizada y trabada con el pensamiento teológico, y que cuenta con un alumnado que no viene aquí para triunfar humanamente, para dominar al mundo por el camino de los instrumentos de la razón humana, de la razón técnica, tecnológica o de la cultura agnóstica, sino que quieren buscar a través del conocimiento de la sabiduría de Dios, que se nos ha revelado en Cristo por el Espíritu Santo, y que se vive en la Iglesia. Quieren ofrecer al hombre de nuestro tiempo salvación, que viene por la luz de la fe, que ilumina la razón y todos los caminos de la vida y de la historia. Y se lo quieren ofrecer para liberar al hombre de esa esclavitud de un súper orgullo como pocas veces se ha dado en la historia de la humanidad, antes o después de Cristo”.

Concluyó pidiendo a la Virgen “que nos enseñe el camino de la sabiduría: ese camino de la búsqueda de la verdad, del Sí sin condiciones a la verdad, sin reservas personales ni de tipo existencial o intelectual. Y que nos ayude a ser testigos y servidores de la verdad en un año en que nos parece que la misión del testimonio de la verdad es la única que responde a lo que el Papa nos pide en el Año de la Fe”.

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