martes, 24 de junio de 2014

Los cristianos de Ikak perseguidos por los yihadistas

«Queremos ayuda, pero para seguir en Irak, no para emigrar al extranjero, este país es una de las cunas del cristianismo y no nos podemos ir», repite Karam Subhi con gesto de desesperación, ante la atenta mirada de su madre, Amira. Viven desde hace cuatro días con su familia en una habitación de acogida que les proporciona el centro cultural caldeo de Ainkawa, ciudad cristiana a las afueras de Erbil.
«Somos muy pobres, no podemos alquilar un apartamento, así que volveremos a Mosul en cuanto sea posible», anuncia el joven ingeniero eléctrico que, como el resto de cristianos de la pequeña comunidad de Mosul, la mayor parte asirios, huyeron con lo puesto tras la entrada del Estado Islámico de Irak y Levante (EIIL) el 9 de junio.

Ainkawa ha ido creciendo al ritmo que aumentaba la presión sobre los cristianos en Irak y Siria, convirtiéndose desde 2003 en una especie de oasis al que acuden los miembros de la comunidad en busca de seguridad, un oasis al límite porque «ya casi no quedan viviendas vacías y los precios son muy altos», según Bahnam Francis, dueño de la inmobiliaria más antigua de la ciudad.


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