martes, 22 de julio de 2014

Se recuperan las pinturas murales del siglo XII de la Iglesia del Cristo de la Luz de Toledo

Con la recuperación de las pinturas murales del siglo XII del Cristo de la Luz, quedan resueltas las incógnitas de diez siglos de historia de este edificio, referente arquitectónico y arqueológico de la ciudad de Toledo. Era algo sabido, pero no documentado. La confusión acerca del término apropiado para referirse al Cristo de la Luz quedaba resuelta hace unos días con la presentación de la restauración de las pinturas murales del templo. Algunas imágenes inéditas hasta ahora confirman que este lugar construido como mezquita en el año 999, tal y como consta en su fachada, es iglesia desde hace ocho siglos.
Tras la conquista de Toledo en 1086, el rey Alfonso VI lo donó a la Orden de San Juan y cien años más tarde, en 1187, fueron construidos un anteábside y un ábside adosados a su muro oriental, pero que también transforman la decoración mural. Algo que va más allá de lo estético. Las pinturas de los muros guardan una clara finalidad apostólica y doctrinal.

Desde la decoración románica de inspiración bizantina de los siglos XII y XIII, pasando por la redecoración del siglo XIV al amparo de las obras en el muro norte del templo, las pinturas murales se vieron afectadas por las diferentes reformas sucesivas. Algunas se eliminaron, otras se repintaron y añadieron, otras se ocultaron y todas sufrieron el desgaste provocado por el abandono del edificio durante siglos.

Ahora, nueve meses después de comenzar los trabajos de restauración, las pinturas descubiertas en los muros del Cristo de la Luz dan testimonio de los más de ocho siglos que este edificio fue iglesia. Porque el templo a través del arte que conserva, cuenta a los fieles su doctrina, les explica su fe.

Así, el Pantocrator preside la bóveda del ábside, y recuerda a los existentes en otras iglesias de la misma época, el siglo XIII. El transepto conserva las imágenes de cuatro santos enmarcados en arcos de diferente tipología.

A los dos lados del arcosolio, única referencia funeraria aérea del interior de la iglesia, se aprecian ahora pinturas inéditas que reproducen la ascensión de Jesús al cielo, una escena de Pentecostés o la venida del Espíritu Santo sobre María y los apóstoles.

Santa Eulalia y santa Marciana están presentes en el muro sureste del crucero, mientras que en el noroeste se ve a santa Eulalia. En el arco toral, que separa el crucero del ábside, se encuentran Jeremías, Isaías, san Eugenio y san Ildefonso.

Las pinturas más antiguas que se conservan revelan las diferentes técnicas pictóricas utilizadas: al seco, a la cal y al fresco. Esta riqueza mural de la iglesia contrasta con la imagen de mezquita que caracteriza el discurso arquitectónico del Cristo de la Luz.

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