lunes, 28 de julio de 2014

La sangre de San Pantaleón volvió a licuarse ayer día de su fiesta principal

Fiel a la tradición, la sangre de San Pantaleón que se conserva en una ampolla en un relicario guardado en el Real Monasterio de la Encarnación de Madrid, volvió a su estado líquido en el día de su Fiesta, siendo venerada por numerosos fieles madrileños y llegados de cualquier punto de España. Ayer domingo, festividad de San Pantaleón, la sangre volvió a licuarse y fue expuesta en la Iglesia del mencionado Monasterio.
En la mañana del domingo 27 de julio, festividad de San Pantaleón, las puertas del Templo del Monasterio de la Encarnación se abrieron desde las 7.45 hasta las 14.00 horas y desde las 17.00 hasta las 22.00 horas, dando oportunidad a los fieles devotos de San Pantaleón a venerar las Reliquias del Santo.

A las 8.30, a las 10.30 y a las 12.00 horas, así como a las 19.00 y a las 20.30 horas, se celebraron la Santa Misa. Durante el sábado y domingo se realizaron confesores para atender a los fieles que deseen reconciliarse en el sacramento de la Penitencia.

El sábado, desde las 17.00 horas quedó expuesta la ampolla con la sangre del Santo, y a las 19.00 horas y a las 20.30 de esa misma tarde se celebró la Eucaristía.

Además, cada media hora, durante toda la tarde, se dió a besar a los fieles la reliquia de un hueso del santo, que se guarda también en el relicario del Monasterio.

San Pantaleón nació en Nicomedia, antigua capital de Bitinia en Asia Menor, en el siglo III DC. Aprendió la medicina y llegó a ser nombrado médico en la corte del emperador Maximiano.

Al comprobar algunas curaciones prodigiosas que hizo invocando a Jesucristo, él mismo y su padre se convirtieron al cristianismo y se hicieron bautizar.

A la muerte de su padre, tras distribuir sus bienes entre los que trabajaban en su casa y entre los pobres, se dedicó a ejercer la medicina gratuitamente, lo que suscitó la envidia y el resentimiento de otros colegas que lo denunciaron por ser cristiano ante el emperador Maximiano, quien lo acusó de hacer magia.

Primero le pidió la apostasía de la fe cristiana, a lo que el santo se negó confesando su fe en Jesucristo como el único Salvador. Después lo mandó torturar con diversos tormentos.

El emperador, al saber que San Pantaleón había sido convertido por el sacerdote Hermolao, lo hizo preso para ver si apostatando uno apostataba también el otro. Hermolao se resistió y permaneció fiel, lo mismo que dos compañeros que le habían acompañado, Hermipo y Hermócrates, y que fueron decapitados como también a continuación San Pantaleón.

San Pantaleón murió dando testimonio de su fe, junto a Hermolao y esos otros dos compañeros, el día 27 de Julio del año 305, durante la última persecución de Diocleciano (284-305).

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